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Redes sociales y feminismo

Redes sociales y activismo digital

Como seres humanos, hemos colocado a la tecnología en una suerte de pedestal casi divino. Se ha convertido en una parte fundamental para nuestro desarrollo colectivo y se ha integrado casi indivisiblemente a nuestras formas de socializar.

 

Tanto internet como redes sociales crearon una forma de vida virtual, la cual aporta una serie de herramientas que facilitan y simplifican un sinfín de nuestras actividades cotidianas, a tal grado, que ya una existencia sin ellos parece cada vez más lejana, obsoleta, e incluso inverosímil.

Hoy en día, al todos poseer un grado de poder, o siquiera contar con la posibilidad de poseerlo, surge un nuevo modelo comunicativo que permite compartir e intercambiar información, donde se comienza a difuminar el puente que antes solía sesgar y seleccionar el tipo de material a difundir. Ahora podemos publicar con menos trabas y más recursos.

 

En términos de activismo, y específicamente de ciberactivismo, esto significa el acceso a una herramienta clave, que así como abre los canales de comunicación para los militantes de una causa, también ofrece una vía de oposición mucho más fácil para sus adversarios: internet.

 

Su uso pretende nivelar el campo de juego, aunque esto no quiere decir que los caminos se liberen del todo y, mucho menos, si se toma en cuenta factores que, previos a internet, no eran parte de la jugada, como la cultura del odio y del anonimato que lo rodean.

 

Internet ha logrado una lista enorme de avances tecnológicos, comunicativos y hasta de expansión académica. Sin embargo, también ha exacerbado las cualidades y efectos tanto positivos como negativos de la sociedad. Las formas que tenemos para construir el colectivo imaginario (en cualquier nivel) son ahora mucho más visibles y registrables, así como lo son diversas y de fácil manipulación.

Personalmente atribuyo la inmersión y necesidad por estar conectados a la red, a la sensación de poder que nos proporciona a través del conocimiento que vacía al alcance de nuestras manos.

 

Si bien la era de la información no tiene mucho en términos históricos, sí que ha sido un elemento indispensable y persistente al momento de ejercer mecanismos de socialización, de aprendizaje, y hasta de poder.

Ciberfeminismo

Para el feminismo, surgir en una sociedad interconectada, con modelos socioeconómicos, culturales y morales tan establecidos simboliza tanto un obstáculo como una herramienta a aprovechar.

 

La tendencia ciberfeminista ha posibilitado que el feminismo tenga una vía de expresión frente a las limitaciones e imposiciones sociales. Claro que, así como las redes han ayudado a la causa feminista, también han generado ciertos mitos y odios alrededor de ella. 

 

La creación de términos como feminazi es un buen ejemplo al respecto. Este tipo de conceptos construyen una imagen extremista y peyorativa del feminismo. Al hacerlo, desde un sentimiento de odio y desprecio, se logra desprestigiar y burlar la causa de un modo orgánico y natural en la red.

 

No es de extrañar que una sociedad oculte, rechace y desacredite todo aquello que considere como ajeno o que, de algún modo, desestructure a sus miembros.

 

Tampoco es novedoso que una sociedad obstaculice el camino de la Otredad en su afán por mantener fijos sus parámetros de lo que considera aceptable y normal (aún cuando sus ideologías o normas no se adecuen a los intereses personales y colectivos de sus miembros). Todo ello es parte de la convivencia humana. 

 

El mérito que tienen las redes y los medios internautas está en posibilitar su uso y consumo tanto a la Otredad como al sistema institucionalizado (en este caso el Patriarcado). Igualmente, aquí recae el valor propio del ciberfeminismo (y del ciberactivismo en general): superar el reto por ser relevante y accionario en un mundo informativo ultra-visual.

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(Eme)

Estudiante universitaria. 21 años. Mujer. Heterosexual.

El hashtag, ¿símbolo de denuncia o de fama trivial?

El hashtag (#) o etiqueta virtual, se conforma de la combinación del signo # acompañado de palabras clave, que a través de un algoritmo internauta se utiliza para que uno pueda encontrar un tema específico de la forma más rápida y acertada posible. 

 

Hoy en día, actúa como un símbolo característico de las generaciones crecidas entre iPhones, incluso funciona como un código lingüístico integrado a la socialización (#AunqueNoLoCreas).

 

Su esencia como buscador sigue vigente, sólo que ahora se asocia más a un reflejo de la banalidad existente en internet y a un hambre infinita por popularidad, que a una herramienta del código web.

 

Pareciera que hoy publicar equivale a existir, por lo que el # más que un dispositivo de búsqueda, se ha convertido en un indicador de popularidad del ciberespacio y, por ende, del mundo físico.

 

El uso del # ya no es sólo una etiqueta banal que los millennials utilizan en su afán desmedido por obtener más seguidores; se ha convertido en una denuncia al más puro estilo cibernauta. La visión y el uso dado a esta etiqueta virtual estaba estancado en lo inmediato. ¿Qué sucede cuando le encontramos otro sentido a las cosas?

 

El # ahora no se reduce sólo a un rango de popularidad ni a un GPS propio de la cibercultura, se trata de un nuevo modo de ejercer el activismo desde el juego de lo trivial. ¿Qué mejor forma de atraer la atención millennial que con su juguete favorito? ¡Internet!

    

Al hacer uso del famoso #, en términos concretamente ciberactivistas, debemos tener en cuenta que la combinación de palabras a usar debe englobar la esencia de lo que queremos hablar; hasta cierto grado debe estar en miras de convertirse en una frase icónica que se grabe con facilidad y que, al mismo tiempo, no caiga ni en lo ridículo ni en lo rebuscado. Por supuesto, esto implica un riesgo enorme de caer en lo que se busca atacar. ¿Cómo combates la banalidad con más banalidad?

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(César)

Trabajador en línea de transportes. 23 años. Hombre. Heterosexual.

Una serie de movimientos activistas han hecho uso de esta etiqueta para concentrar sus discursos bajo un mismo lema. El feminismo no ha sido la excepción, aunque claro que está expuesto a los mismos riesgos que cualquier otro movimiento: ¿cómo se le hace para que no se le tache de frívolo o de insignificante sólo por estar inmerso en redes sociales? He aquí el reto más interesante del ciberfeminismo.

 

Al igual que otras causas, el feminismo ha encontrado en el mundo digital una comunidad global de apoyo, un canal de comunicación abierto y, por supuesto, un medio accesible. 

 

La cuarta ola feminista se caracteriza por su relación inseparable con la cibercultura, lo que directamente implica que el feminismo contemporáneo tenga cierta responsabilidad a estar al tanto de las nuevas tecnologías y medios, así como posee una inherente obligación de hacer uso de ellas como sus dispositivos discursivos primordiales.

 

Internet se ha transformado en un soporte ideal para propagar y difundir todo lo referente a su lucha, así como en un aliado que busca desahogar todo el malestar y censura sufrido por años. 

 

El feminismo actual funciona bajo los esquemas del ciberactivismo y se apoya en las bases de los nuevos feminismos. Funciona dentro de la cibercultura ya que es capaz de manifestar sus inquietudes e ideologías a través del lenguaje y los recursos más actuales y, al mismo tiempo, aprovecha la interactividad de las redes para cultivar un sentido de participación para sus causas e intenciones.

 

Claro que no todo es color de rosa. Si bien la red se ha presentado como una alternativa viable, en tanto a la masificación de audiencia y recursos varios, es también parte de un sistema que no asegura ni comparte del todo las ideas que el feminismo busca trascender y defender. 

 

Aunque internet es un medio mucho más flexible y versátil que sus antecesores, ello no lo convierte automáticamente en un medio liberal ni libre de los estereotipos sociales. Sin embargo, sí que posibilita el diálogo de un modo inmediato y difícil de frenar para las autoridades o adversarios.

 

El ciberfeminismo busca remediar esas limitantes tal como lo haría en el mundo “real”, por medio de un discurso sólido y contracultural.

 

Más allá de considerar los medios digitales como la vía última de comunicación actual para las nuevas voces feministas, el ciberfeminismo busca integrarse en el discurso de la población de una forma orgánica, a través de las actuales formas de socializar, por ello su constante afinidad con las redes sociales.

 

Entrar en el juego de la banalidad que ofrecen las redes puede significar jugar con fuego y perder; hay una delgada línea entre hacer que el mensaje y las bases ideológicas se desplomen como lo haría un meme pasado de moda, o que se mantenga y se consolide.

TO CARE OR NOT TO CARE, THAT’S THE DILEMMA.

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