RuPaul's Drag Race: estereotipos de género deconstruidos un capítulo a la vez
- Alexia S.S. Domínguez García
- 7 sept 2020
- 4 Min. de lectura

ILUSTRACIÓN: ELMER SOSA :)
¿Cómo un show televisivo con 11 años ininterrumpidos de transmisión, un sinfín de fans, y un severo knockout a la masculinidad actual, puede basarse en la competencia de drags con un increíble sentido del humor y la moda? La respuesta: agrega a la superestrella del género, RuPaul, y voilá!
Quizás la pregunta más obvia es ¿cómo osan llamar al programa RuPaul: Carrera de Drags y no es un show estilo Ninja Warrior con drags? ¡Que blasfemia!
Mentira, mentira. La gran incógnita es… ¿quién, oh, quién es RuPaul?
RuPaul es más que un supermodelo, cantante, reina de las drags y show-girl, es un hito para la comunidad LGBT, para la industria del espectáculo. Es RuPaul . El único e inigualable RuPaul en la búsqueda de un legado igual de digno.
Quizás antes de avanzar más deba aclarar un par de cosas; ahora, esto puede tornarse un poco “material de educación sexual”, así que mejor lo veremos como un breve cuento que llamaré UN BRUJO, UN FANTASMA Y UNA ELFA DESCUBREN AL AMOR DE SU VIDA:
Érase una vez, en un lugar no muy remoto a esta realidad, en donde el estereotipo de género –oh temido enemigo de la identidad humana– reinaba. Un brujo, un fantasma y una elfa decidieron mudarse de un bosque encantado a un pueblo cerca del mismo.
Los tres eran personajes peculiares, pero no se engañen, ni su magia, su ectoplasmosidad o sus orejas puntiagudas eran elementos predilectos de atención. Sin embargo, trajeron al pueblo un pequeño detalle blasfemo: la diferencia. ¡Así es! ¡Se habían atrevido a transgredir más allá de la naturaleza misma de la magia y habían optado por el cambio!
El brujo, reconocido hechicero de temibles prácticas oscuras, era mofado por su vestimenta: un atuendo de bruja, con escoba voladora en lugar de un báculo y una larga túnica que ¿a quién engañamos? ¡Era un vestido!
La elfa, oh desgraciada orejuda, no era más que un enano que había probado el fruto del árbol sagrado de las elfas y, embelesado por su sabor, comió de él hasta convertirse en una de ellas.
Pero nada, nada comparado con el fantasma quien, alejado de sus costumbres ancestrales de aterrorizar en silencio y disimular su presencia, orquestaba todo tipo de mascaradas con disfraces extraños y exagerados e invitados inusitados de su misma calaña.
¡Osaron romper las barreras del género, cosa ni siquiera concebible en aquel entonces! Y así, amigos míos, es como iniciaron los travestís, los transexuales y los drags. Ah, y el amor descubierto fue el propio.
Lo sé, lo sé. Es tan falso y cursi que desearía que fuese así de fácil. Pero no perdamos el punto. Los drags sí que son entes mágicos; por su capacidad de asombrosa ilusión y transformación, no por el engaño satanizado por una sociedad sexosa de doble moral.
RuPaul logró algo que ningún otro producto audiovisual creado por aliados de la comunidad LGBT ha logrado en toda mi vida consciente: interesar a mi papá.
Así como se oye. Drag Race logró que un hombre heterosexual casado de cincuenta y pico años de edad, caucásico, trabajador y mexicano se interesase en ver a un montón de drags, sin saber exactamente qué era un drag ni de qué se trataba el programa. ¡Y no! No lo obligue a verlo ni nada por el estilo.

FOTO: CNBC
Una tarde de pandemia nos sentamos juntos a ver tele, mi papá tenía el control y mientras buscábamos encontró RuPaul’s Drag Race en la sección de Tendencias. Se detuvo a leer la descripción y me dijo ¿Vemos esto?
Me resultó extraño y divertido, así que sólo solté un ujum mientras trataba de contener mi curiosidad. Puso el primer capítulo de la primer temporada, y lo vimos completito, sin pausas, risas ocasionales, comentarios míos y un final con su cara de ¿Qué acabo de ver? Fue oro puro.
La verdad desconozco si mi papá continúa viendo el programa, pero Oh boy, nunca en la vida creí que mi papá me propondría ver a drags como una actividad de ocio. Nunca. Y no me malinterpreten, ni a mi papá; es sólo que cada vez me sorprende más lo abierto que puede ser con ciertas cosas y si a eso le sumas RuPaul, oro. Oro puro.
Este programa hizo algo impensable para mí, y desde ese día me puse a analizar un poco sobre su éxito. ¿Por qué resulta tan popular? Esta respuesta es un tanto engañosa, implica muchas cosas pero creo que tiene que ver con lo siguiente:
Drag Race abrió una puerta masiva al mundo y dijo ¡Hey! ¡Somos hombres que hemos convertido el travestismo en un arte de ilusión, un estilo de vida, y queremos que vean cómo nos destrozamos por ver quién lo hace mejor! Despejó la percepción nauseabunda de un hombre afeminado y la convirtió en una fuente de inspiración y empoderamiento a un sinfín de adeptos. Un ícono de belleza y de feminidad misma.
Si nunca has visto el show por aberración o simple desinterés te lo recomiendo. Seas quien seas. Te invito a ver ese legendario primer episodio y ver si te enganchas como yo, o al menos te quitas la espinita del morbo. Si lo has visto, good for you. Te guste o no, seas fan o hater, es bueno saber que existe material de esta calidad promoviendo el viejo arte del dragueo y acobijando a mi adorada comunidad LGBT.
Y no queda más que citar a RuPaul y decir: If you don’t love yourself, how in the hell you gonna love somebody else?




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